Un encuentro singular con el Padre
- tonovelasco
- 8 jul
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Tertulia con el Prelado del Opus Dei en Retamar

Nos avisaron que el lunes 30 de junio teníamos la oportunidad de encontrarnos con el Padre en Madrid. A título personal debo reconocer que experimenté un sentimiento muy parecido al que notaba cuando nos decían que San Josemaría, el Fundador del Opus Dei, se reuniría con nosotros, entonces alumnos universitarios, en el Colegio Mayor, nuestro lugar de residencia en la Capital.
La circunstancia de ahora es distinta: hace años éramos jóvenes universitarios, ahora sacerdotes; y el motivo de la convocatoria era éste: reunirse el Padre con sus hijos sacerdotes de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, muchos sacerdotes diocesanos de Madrid y diócesis de alrededor y muchos también pertenecientes al presbiterio de la Prelatura. Un sacerdote del clero de una diócesis vecina me comentaría que le había impresionado ver a tantos sacerdotes juntos, todos con su camisa eclesiástica o traje sacerdotal dispuestos a escuchar al Padre, Presidente General de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, que se reunía con nosotros para hablar con nosotros para escucharnos, para compartir un momento de familia entre quienes vivimos el mismo espíritu: el carisma del Opus Dei.
¡Cuánto cura! Exclamó el Padre al llegar a la sala en que nos encontrábamos. Todos los presentes habíamos hecho lo posible para estar en Retamar a la hora que nos habían indicado. Sí, es cierto. Éramos muchos sacerdotes. El salón de actos estaba completo. Al llegar al recinto empecé los saludos con algunos a los que hacía tiempo no veía. Son momentos que se te hacen entrañables.
El Padre nos habla de la Misa, momento principal de la vida del sacerdote, cada día. Nos recuerda un pensamiento de San Josemaría que solía decirnos que ser capaces de confesar, de perdonar los pecados (bueno nosotros no, Dios) es algo muy grande; poder predicar, es algo muy grande; pero todo es nada comparado con poder celebrar la Misa: es otro nivel, de ahí la importancia de cuidarla mucho, dándonos cuenta de que al prepararnos para celebrarla nos estamos preparando para ser el mismo Cristo en el Altar. Por eso a San Josemaría se le veía muy recogido al celebrar la Santa Misa, metido en Dios.
Los que estábamos allí escuchábamos con atención. Eran las suyas ideas que nos resultaban conocidas pero que nos transmitía con fuerza, con intensidad, con espíritu de fe. Sí, es cierto, me admiraba la fuerza de fe con que nos hablaba el Padre y lo agradecía. Miraba alrededor, veía a tantos compañeros míos sacerdotes y a todos los veía con su mirada puesta en el Padre sin perder “ripio” a cada cosa que decía.
Me gustó que nos hablara del Papa León XIV al que tuvo oportunidad de saludar al poco de ser elegido. Fue el Papa quien le llamó para tratar una cuestión que no tenía que ver con la Obra aunque al final también hablaron de los Estatutos presentados por el Opus Dei al Romano Pontífice para su aprobación después del estudio solicitado por su antecesor Francisco.
El Padre nos habló de la importancia de la fraternidad, de la buena relación con los demás sacerdotes compañeros en el presbiterio diocesano y amigos, nos animó a descubrir lo positivo que hay en cada persona: cuando se quiere a alguien, decía, primero se ve lo positivo, las virtudes; y sólo luego los defectos.
Nos motivó a fijarnos en la figura de San Josemaría, no como una figura admirable perdida en la historia; sino como una figura actual. El espíritu que vivió y nos enseñó, es el mismo que vivimos nosotros, de ahí la necesidad de mirar a San Josemaría como un sacerdote para el momento presente y la conveniencia de que no podemos rebajar en nada el espíritu sino vivirlo como él. Hemos de darnos cuenta que el Cielo no está en otra Galaxia sino en el interior de cada uno por eso podemos mirar a San Josemaría, y tratarle, pidiendo nos ayude a alcanzar su nivel: todos somos en la realidad práctica de cada día Opus Dei y así hemos de sentir la Obra como muy nuestra: todos sois de la Obra como lo soy yo y todos tenéis el Opus Dei en vuestras manos, afirmaba en sus comentarios.
El desarrollo de este pensamiento engarza muy bien con la idea que transmitió a Juan José Pérez-Soba -respondiendo a su pregunta- al hablar de la fidelidad que consiste, básicamente, en mostrar un tesoro que hemos de enseñar también con el apostolado.
Pasaron ya unos días de este encuentro. Repasé muchas veces estas ideas. Las interioricé y comenté con otros. Me gustaría repetir ese momento de hace ocho días. También con los juegos de magia de Juan Pablo Sánchez del Moral que al Padre le entretuvieron y gustaron. Ahora los recuerdos que he hilvanado me sirven al leerlos de nuevo para agradecer a Dios lo grande que es el Opus Dei.
José Ignacio Varela
Director del Ateneo