Mensaje del Prelado (13 noviembre 2025)
- tonovelasco
- hace 5 días
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El prelado del Opus Dei invita a vivir la caridad, afrontando las pobrezas y sufrimientos del mundo con oración, servicio y ayuda concreta, y recordando que amar al prójimo es inseparable del amor a Dios.

Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
Cada día, de diversos modos, a todos nos llegan noticias sobre los sufrimientos de innumerables personas, producidos por las actuales guerras, injusticias, pobrezas y carestías en tantas partes del mundo. Os sugiero que volvamos a meditar y hacernos eco de estas palabras de san Josemaría: «Un hombre o una sociedad que no reaccione ante las tribulaciones o las injusticias, y que no se esfuerce por aliviarlas, no son un hombre o una sociedad a la medida del amor del Corazón de Cristo. Los cristianos –conservando siempre la más amplia libertad a la hora de estudiar y de llevar a la práctica las diversas soluciones y, por tanto, con un lógico pluralismo–, han de coincidir en el idéntico afán de servir a la humanidad. De otro modo, su cristianismo no será la Palabra y la Vida de Jesús: será un disfraz, un engaño de cara a Dios y de cara a los hombres» (Es Cristo que pasa, n. 167).
Ante la magnitud de los problemas del mundo, resulta natural sentir la propia impotencia para resolverlos. Sin embargo, cualquier noticia, incluso la que más lejana o ajena nos pudiese parecer, nos ha de interpelar porque, con Cristo y en Cristo, sentimos todo el mundo como heredad nuestra (cfr. Sal 2,8). La fe nos asegura que podemos ayudar mucho con la oración, que no conoce fronteras. No llegaremos personalmente de otro modo a un número inmenso de personas, pero todos –cada uno en su lugar– podemos hacer más de lo que pensamos.
Muchas son las carencias de bienes materiales en el mundo, y también lo son –a veces, más duras– la soledad, la incomprensión, la ausencia de cariño verdadero, que sufre tanta gente. Como explica León XIV: «Existen muchas formas de pobreza: aquella de los que no tienen medios de sustento material, la pobreza del que está marginado socialmente y no tiene instrumentos para dar voz a su dignidad y a sus capacidades, la pobreza moral y espiritual, la pobreza cultural, la del que se encuentra en una condición de debilidad o fragilidad personal o social, la pobreza del que no tiene derechos, ni espacio, ni libertad» (Dilexi te, n. 9).
Recordemos lo que nuestro Padre también nos escribía, hace ya tantos años: «Nuestra misión tiende a que haya cada vez menos ignorantes y menos indigentes, y a esto trataremos de contribuir en todas partes» (Carta 15, n. 193). Gracias a Dios, innumerables personas –también muchas del Opus Dei– desarrollan actividades asistenciales y formativas en ambientes especialmente necesitados de los cinco continentes. Por otra parte, todos procuramos colaborar personalmente en esta inmensa labor, con la oración, con el trabajo realizado con espíritu de servicio y con la ayuda material que nos es posible.
Esta actitud ante las necesidades de los demás es exigencia de algo esencial de la vida cristiana: la caridad, el amor a las personas, inseparable del amor a Dios. «Piensa –escribe san Agustín- que tú, que aún no ves a Dios, merecerás contemplarlo si amas al prójimo, pues amando al prójimo purificas tu mirada para que tus ojos puedan contemplar a Dios» (Trat. Ev. S. Juan, 17, 7-9). Y sabemos bien que prójimo es toda persona humana.
Con todo cariño os bendice,
vuestro Padre
Fernando
Roma, 13 de noviembre de 2025
