Jornada Académica sobre caridad, virtudes y mandamientos
- Ateneo de Teología
- 12 abr
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Son las diez de la mañana del jueves 10 de abril. Estoy en el Ateneo de Teología desarrollando los temas que corresponden al Círculo de esta semana a uno de los sacerdotes. Hemos empezado pronto y también me sorprende la llamada que recibo del profesor Granados Temes que me recuerda la Jornada Académica que tiene lugar en San Dámaso. Con tranquilidad completo el tiempo que he de prestar al medio de formación y al sacerdote que vino a recibirlo y, sólo después, salgo para la Universidad Eclesiástica de San Dámaso.

El Jornada ya había comenzado pero tuve la oportunidad de escuchar algunas de las conferencias previstas para este día. Me dijeron que la presentación inicial la había hecho el profesor Carbajosa, Decano de la Facultad de Teología de esta Universidad. Ahora le tocaba el turno a Juan de Dios Larrú, Director del Departamento Organizador, que destacaba como la racionalidad práctica y la libertad son términos que la modernidad ha pensado de modo diferente respecto al pensamiento antiguo y medieval basculando de un planteamiento centrado en las virtudes a una perspectiva centrada en la ley lo que ha afectado al modo de comprender el puesto de la caridad en la vida cristina.
La primera ponencia la tiene Marco Panero de la Pontificia Universidad Salesiana de Roma. Él aborda el dinamismo de las virtudes y su papel en el nexo caridad-virtudes. Desarrolla un pensamiento de notable alcance: quien posee virtudes bien formadas es particularmente sensible al bien y así se hace más capaz de percibir la importancia ética de aquellas situaciones en las que el bien se ve amenazado; “las virtudes hacen que nos enamoremos del bien, porque confieren una sintonía interior con ese bien y permiten así descubrir el bien concreto que se puede realizar en un contexto particular”. La exposición temática que se realizaba me ayudaba a interesarme aún más en el conjunto de cuanto quedaba por escuchar y a prestar atención al pensamiento que se transmitía. El profesor Panero recordó por ejemplo que la caridad es la madre, forma y motor de las virtudes pero precisa la prudencia para que cada actuación sea apropiada a las circunstancias particulares. De ahí que la caridad tenga un papel primordial en la maduración de una personalidad moral virtuosa.
¿La caridad es forma de las virtudes y de los mandamientos? Sería la exposición que se disponía a realizar el profesor Pérez-Soba del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II de Roma. Afirmó la necesidad de comprender todo lo creado desde la llamada inicial del amor: jamas podremos entender el amor como una sola sucesión de actos porque es donde el hombre encuentra su identidad es la luz capaz de iluminar toda una vida. La caridad da a las virtudes un fin nuevo que es la unión con Dios, un vínculo afectivo que tiene que ver con la gracia en una dinámica específicamente amorosa. El profesor explicó que debemos amar ordenadamente, eficazmente, perseverantemente, justa y santamente siendo la santidad el elemento fundamental contenido en la manifestación amorosa de los mandamientos. Dios nos da las virtudes para que no nos separemos de Él, para que no caigamos en pecado. La caridad es por ello el motor, sabiduría y sostén en la acción humana, en la que incluyo a Jesucristo máxima sabiduría moral y el amigo que actúa en mí.
Raúl Sacristán fue el encargado de presentar la segunda sesión, que comenzó con la ponencia El camino de la ley, del Antiguo al Nuevo Testamento: ¿cumplimiento o superación?, impartida por Carlos Granados. Comenzó su intervención refiriéndose al pasaje de Génesis 2, 3, en el que se insiste en el “no comerás”, es decir, en la ley, no refiriéndose con claridad al amor. Dios no dice que ama, explicó Carlos Granados, “porque el hombre tiene que descubrirlo libremente, porque lo quiere decir antes con los gestos que con las palabras y porque el amor tiene que desvelarse plenamente al final, en el camino de la ley”: Un mandamiento inicial que ordenase amar a Dios, sin que se hubiera revelado el amor de Dios, hubiera significado una “horrible y arbitraria imposición”.
Por último, tuvo lugar la ponencia sobre la obediencia a la conciencia, discernimiento y el criterio último de moralidad, impartida por José Manuel Horcajo. “El discernimiento solo encuentra el orden de los bienes en y por las virtudes; no basta con discernir autónomamente, sino que la acción tiene que llevarse a cabo en conexión con el bien operable, y esto solo podría hacerse con la virtud correspondiente”, recalcó el ponente. No bastaría con estimar los valores en juego como si fuera una tensión entre un polo objetivo y un polo subjetivo. La acción solo se comprende desde dentro del sujeto que actúa según las virtudes. En palabras de José Manuel Horcajo, “lo que se discierne no es el acto externo sino el objeto intencional de la acción, que para que sea bueno necesita las virtudes”, es decir, que sin las virtudes no se comprende la acción desde su interior. Recalcó tres dimensiones del bien: bien propio, bien debido y bien relacional.
La conciencia no surge en el vacío sino que se despierta en una dinámica de comunicación corporal, que comenzó con el amor de la madre y se abre a otras personas, al mundo y a Dios.
Al final agradecí a los ponentes haber podido escucharles y la lección aprendida con sus intervenciones. Volvía haciendo de regreso el camino de ida. En el pensamiento una idea; todos tenemos capacidad para la virtud hecho que se da en la relación de cada uno con Jesucristo, la identificación con Él mediante un ejercicio práctico de comunión y absorción de la gracia de Dios en el alma. Ahora que recorremos el camino de la Cuaresma ya hacia su término pensaba en cómo nos ayuda la caridad aplicada al sacrificio no tanto proyectada en soportar cuanto en querer, pasar por alto, comprender, entender la misericordia; o lo que es lo mismo en palabras de San Josemaría “tener la Cruz es identificarse con Cristo, es ser Cristo, y por tanto, hijo de Dios” y entonces comprendo que el cumplimiento definitivo de la ley se da en el Cuerpo de Cristo.
Incluimos el texto de la conferencia de Juan Pérez Soba sobre Caridad y mandamientos.
José Ignacio Varela. Ateneo de Teología.