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El Prelado del Opus Dei: “El Evangelio puede ayudarnos a descansar en Dios”

El 23 de enero de 2017, Mons. Fernando Ocáriz fue elegido prelado del Opus Dei. Con ocasión de este aniversario, recogemos una entrevista publicada recientemente en el diario italiano "Avvenire".





Monseñor Ocáriz, la espiritualidad del Opus Dei consiste en descubrir -y ayudar a otros a descubrir- los "caminos divinos de la tierra", como decía san Josemaría Escrivá. En la sociedad actual, ¿por dónde pasan estos caminos?

Todos los caminos, los caminos de la tierra, son divinos en la medida en que los descubrimos como caminos que nos llevan al Señor. Si contemplamos este mundo con los ojos de quien se sabe hijo de un Padre que nos ama, que nos ha puesto aquí para amarle y amar a los demás, para sembrar paz y alegría, entonces la vida ordinaria adquiere un color completamente distinto. Nuestra existencia se convierte en una aventura de amor: podemos encontrar a Dios en medio de las cosas más ordinarias.

En el Evangelio hay muchas referencias a esos "caminos". Pienso en el que llevaba de Jerusalén a Jericó. El buen samaritano descubrió a Dios en el pobre hombre tendido junto al camino. Todos podemos descubrir al Señor en el rostro de los demás, en los deberes familiares y sociales, en el cumplimiento de las tareas más ordinarias, si las hacemos con amor.


En el libro A la luz del Evangelio comparte con los lectores sus notas personales para la oración y la predicación, recogidas desde 1977. ¿Por qué decidió publicarlas?

Acepté la petición de la editorial de dar a algunos de esos apuntes una forma más "sistemática" con el deseo de que, con la ayuda de Dios, animen a los lectores a buscar el contacto directo con Jesús, a partir de la contemplación y la oración, que, como decía san Josemaría en Camino, "nunca es un monólogo".


¿Cómo se consigue la intimidad con Dios meditando las palabras de Jesús? Su libro es una invitación al diálogo personal...

Ciertamente, es útil tratar de leer el Evangelio con amor agradecido. Aunque sólo leamos unas pocas palabras, son un regalo de Dios, una forma que Él ha elegido para estar cerca de nosotros y seguir hablándonos. Además, es bueno que haya también un poco de continuidad, como en las relaciones humanas: la amistad crece a través de la familiaridad con los demás. Me acuerdo de un artículo que el entonces cardenal Ratzinger publicó con motivo de la canonización de san Josemaría. El futuro Benedicto XVI escribió que la santidad consiste en "hablar con Dios como se habla con un amigo". Leer el Evangelio con amor perseverante nos ayuda a ser amigos del Señor.


¿Cómo puede el Evangelio inspirar a los laicos de hoy en día, absortos en una vida que a menudo es tan exigente que apenas pueden respirar?

Es precisamente el Evangelio el que puede darnos un respiro, ayudarnos a descansar, enseñarnos a vivir con la paz de Cristo en medio de una vida tan exigente. Cultivando la amistad con Jesús podemos aprender a vivir el presente amando la realidad que el Señor nos regala. No hay situación humana que no pueda ser iluminada por la amistad de Jesús, que se puede cultivar a través del Evangelio. Si estamos realmente interesados en nuestra vida espiritual, encontraremos el espacio necesario para una lectura pausada y contemplativa, de la que podremos sacar fuerzas para afrontar los retos de cada día con paz y serenidad.


Su meditación se centra siempre en la persona de Jesús: ¿Cómo podemos encontrarlo en la vida cotidiana?

A veces, antes de empezar a trabajar, san Josemaría le decía al Señor: "Jesús, vamos a hacer esto entre los dos". Es un bonito acto de fe que nos permite darnos más cuenta de que Él está realmente a nuestro lado. Y tan sencillo... Junto a esto, también podemos dedicar momentos a lo largo del día al diálogo con Jesús. Y encontrarlo en las personas con las que entramos en contacto por motivos familiares, laborales o de otro tipo. No se trata de una simple técnica para hacer el bien: Jesús mismo nos ha dicho que está presente en las personas que nos rodean. Así tendremos el corazón abierto a las necesidades de los demás. Al final, y con la gracia de Dios, es posible hacer del día un diálogo con el Señor.


La "santidad en medio del mundo", tan característica del mensaje del Opus Dei, puede parecer casi una pretensión, un objetivo noble, pero algo exagerado. ¿Es realmente posible?

Es posible, y ahí está el ejemplo de santos laicos de los siglos XX y XXI. Para buscarla, es necesario conocer, al menos en cierta medida, el tiempo en que vivimos, sus potencialidades, los límites y las injusticias, incluso graves, que lo atormentan. Pero, sobre todo, requiere nuestra unión personal con Jesús, dejándonos amar por Él en los sacramentos y en la oración. Esta "reivindicación" es ya patrimonio de toda la Iglesia. San Pablo VI dijo que el mensaje central del Concilio Vaticano II es la llamada universal a la santidad. El Papa Francisco ha dedicado recientemente una exhortación apostólica, Gaudete et exsultate, precisamente a la llamada de los laicos a la santidad en el mundo contemporáneo.


Los jóvenes (pero también los adultos...) están inmersos en un clima cultural que parece equiparar cada elección. ¿Cómo podemos ayudarles hoy a descubrir los valores cristianos que dan fundamento a la vida?

Más que de "valores cristianos", prefiero hablar de la persona de Jesucristo como fundamento de la vida de los jóvenes... y por supuesto de todos. El cristianismo no es principalmente un conjunto de principios morales, ni un sistema de valores. Se trata fundamentalmente de enamorarse de Jesús: Camino, Verdad y Vida. Todos, jóvenes y mayores, queremos ser felices. Todas las decisiones que tomamos, al fin y al cabo, se explican también por la idea de que nos harán felices y así podremos contribuir a la felicidad de los demás (familia, amigos...). A menudo nos equivocamos, pero siempre podemos volver al buen camino. Descubrir que el Señor satisface todo deseo de felicidad es un gran reto que tenemos los cristianos. Mostrar, con nuestra vida y nuestras palabras, que Jesús es el único que puede saciar la sed de bondad, verdad y belleza que todos -y los jóvenes en particular- sienten en su corazón.

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