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De Medjugorje a Navarra: el Ateneo, ahora en Bidasoa

Las jornadas de fe, cultura y humanidades se celebran todos los años en Bidasoa. Allí nos juntamos grupo de jóvenes de muchos lugares simplemente porque estamos inquietos.



No solo vamos para pasarlo bien, hacer deporte, turismo por Pamplona, formarnos… Tras todas esas actividades esconden nuestro verdadero propósito: descubrir quienes somos, por qué estamos aquí; porque, como dijo D. Luis Romera en la primera conferencia, el ser humano es un buscador, un ‘detective’ cuyo fin más último es resolver el enigma de su existencia, de su ser.


Sin duda la convivencia de Bidasoa es una ayuda enorme en este camino hacia la búsqueda de nuestra vocación. Las conversaciones profundas surgen con toda naturalidad entre pacharanes, cartas o partidos de tenis. Todo el mundo tiene algo que aportar y de todos se aprende, pues de un modo u otro en esta investigación somos todos aliados y nos ayudamos mutuamente. 


Aquí es evidente que el Espíritu Santo actúa, ya sea a través de testimonios y charlas o de adoraciones y misas, donde el coro estuvo brillante generando un clima de amor y oración realmente propicio para que el Espíritu Santo hablase casi gritando. En el momento del rosario, al final de cada día, todo el mundo se ponía a pasear rezando concentrados por el jardín olvidándose del resto. Vernos a todos orando así llena de esperanza a cualquiera y hay que estar muy agradecidos a Dios por ello.




Este año las charlas estuvieron dirigidas, por una parte, a explicar diferentes temas acerca Dios y el mundo cómo el sentido de la vida, el ateísmo desde la postura de Ratzinger o la existencia de Dios; y por otra parte, vimos los diferentes ejemplos de santidad a lo largo de toda la historia de la iglesia, pues, ya sea a través del sacerdocio o de otra manera, todos estamos llamados a la santidad.



Si habláramos de toda la convivencia llenaríamos una gran cantidad de folios así que para concluir debemos mencionar un acontecimiento sin el cual estas jornadas no serían lo que son. Todos los años, la última noche de las jornadas es esperada con impaciencia. Es la noche del show, en la que se van sucediendo actuaciones y espectáculos, desde chistes y monólogos hasta canciones y bailes, magníficamente hilados por los ingeniosos presentadores. Si hubiera alguien que piense que ser sacerdote es algo aburrido para gente extraña o reprimida, solo tiene que ver lo que yo ví esa noche. Y es que al ser una convivencia internacional es un show realmente entretenido ya que por un lado salen los madrileños con sus “chorradas”, luego aparecen africanos bailando, y así se van sucediendo espectáculos de Indonesia, de Sevilla, de Sri Lanka, de Málaga… ¡Es una maravilla!


Miguel Cotelo

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