Tras mi ordenación diaconal este año, he asumido numerosas tareas en mi parroquia de Königsbrunn, cerca de Augsburgo. Las tareas habituales incluyen, naturalmente, bautizos y bodas, así como funerales. Es maravilloso dirigir ahora estos ministerios en nombre de Jesús y trabajar para él entre el pueblo de Dios.
Pero también hay otras tareas que me mantienen ocupado como diácono en una parroquia rural de Baviera. Entre ellas, participar en las celebraciones tradicionales de nuestra región. En Baviera, pero también en toda la región alpina, los campesinos y la población rural tienen mucha devoción tradicionalmente a san Leonardo de Limoges. Fue un abad y ermitaño francés activo en el siglo XI. Es el patrón de los prisioneros y los animales, por lo que siempre se le representa con cadenas. El 6 de noviembre, día en que se le recuerda, se celebran procesiones a caballo por toda Baviera, durante las cuales se bendicen los animales que antaño se utilizaban para la agricultura.
Este año he podido participar en dos de estas procesiones y bendecir a los animales. Estos actos demuestran hasta qué punto la población está influida por las tradiciones cristianas, a pesar de que la Iglesia no tiene una posición fácil en Alemania.
Mi tarea principal es la pastoral juvenil. Paso mucho tiempo trabajando con los monaguillos jóvenes y mayores de nuestra parroquia. Rezo con ellos, les doy catequesis y les muestro cómo funciona el ministerio.
Otro punto que será importante este año es la preparación para la ordenación sacerdotal el 29 de junio y la primera Santa Misa en mi pueblo natal. En Baviera, la primera Santa Misa se celebra tradicionalmente a gran escala, con una gran fiesta y mucha participación de todo el pueblo. Será un año hermoso, pero también muy ajetreado e intenso.
Pero la lección es muy clara: merece la pena dejarse llamar, merece la pena seguir a Cristo y permanecer con él.