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Momentos de luto, oración y unidad con toda la Iglesia ante el fallecimiento del Papa Francisco.

En el Ateneo de Teología donde nos reunimos con frecuencia grupos de sacerdotes, hemos recibido con profundo pesar la noticia del fallecimiento del Papa Francisco. ¡Dios habrá premiado su entrega generosa al servicio del Pueblo de Dios y a todo el mundo!


Ciertamente fue una sorpresa. El Domingo de Resurrección -hace sólo cinco días- vimos al Papa en la Plaza de San Pedro. Sabíamos de su delicada salud pero se desconocía la gravedad. Con el paso de las horas he llegado a pensar que es posible un pacto del Papa con Aquel a quien representaba en el mundo: Tú me permites despedirme de tantos fieles que han venido a escucharme veces y veces a esta plaza y en las horas siguientes, cuando dispongas, me llevas Contigo. Encomiable la presencia del Papa que no pudo leer su mensaje pero resultaba objetivo ver que bien, no estaba.


¡Son muchos los recuerdos que guardo como otro cualquiera que ha podido seguir el curso de su Pontificado! Conservo en particular aquel ¡hagan lío! con el que nos motivaba en el grandísimo encuentro de jóvenes en Brasil con el propósito de remover la acción apostólica y ganar almas para Dios. “No balconeen la vida, bajen y caminen la vida. Jueguen para adelante, sean protagonistas, el mundo y la Iglesia los necesitan”.


Este último sábado participé, respondiendo a la invitación de un buen amigo sacerdote, en una Vigilia Pascual Neocatecumenal. Aquel ¡hagan lío! lo vi reflejado en tantos como participaron en esa celebración, no menor en proporción, a las celebraciones de Semana Santa protagonizadas por los fieles que asistieron en Toga y Espadilla donde acompañé al mismo sacerdote, párroco de esos lugares. El ¡hagan lío! entusiasma siempre sea el grupo de fieles numeroso o más reducido. Tanto en la parroquia de Santo Tomás de Villanueva como en las de los pueblos los rostros de quienes asistían eran caras alegres que, después de los días de Jueves y Viernes Santos, expresaban la alegría de la Resurrección.


Mi reflexión es ésta, así, por lo reciente. Es importante que nosotros, los curas, ahora, no nos cansemos de ser siempre sacerdotes y que recordemos que el mismo Jesús que llamó a los Apóstoles junto al lago, o en un camino, yendo de paso, “nos acompaña también en estos tiempos, llamándonos e invitándonos a vivir nuestro ministerio con alegría; la alegría del encuentro con Dios en la oración personal, hablando, conversando con él de cuanto ocurre en nuestra diaria vida sacerdotal”, nos decía Papa Francisco. Son apuntes que guardo de lo que escuché o leí del Papa recién fallecido y que ahora al recordarlos sirven de ayuda a la reflexión para esmerarme en mi vida sacerdotal.


Este mensaje de Papa Francisco será siempre actual y de provecho para cuantos venimos con tanta frecuencia al Ateneo. El tiempo permitirá que lleguemos a conocer más a fondo su entero mensaje, en particular, su gran fe en la Misericordia de Dios, una de las principales orientaciones de su pontificado que se propuso anunciarla a los hombres y mujeres de hoy. Así exponía su pensamiento Monseñor Fernando Ocáriz, Prelado del Opus Dei, al trazar algunos rasgos del Papa fallecido. Con su ejemplo, decía, nos ha impulsado a acoger y experimentar la misericordia de Dios que no se cansa de perdonarnos; y por otro lado ser misericordiosos con los demás, como él ha hecho incansablemente con tantos gestos de ternura que son parte central de su magisterio testimonial.


Recordando a San Josemaría toca ahora “acoger la palabra del Papa, con una adhesión religiosa, humilde, interna, eficaz: hazte eco” (Forja, 133) y enseñarla al mundo. Así haré mientras busco con Papa Francisco la intercesión de Santa Maria, Mater Spei.


José Ignacio Varela

director del Ateneo de Teología

 
 

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