El aragonés José Luis Mumbiela (Monzón, España, 1969), vive en Kazajistán desde el año 98, a donde llegó procedente de Lleida (España), cuando era el sacerdote más joven de la diócesis (27 años). En 2011 fue nombrado obispo de Almaty, y preside la Conferencia Episcopal en un país de mayoría musulmana y cristiano ortodoxa. Almaty ha sido epicentro de las recientes protestas. Sobre una posible visita del Papa Francisco, afirma: “¡Para que venga un padre a casa no hacen falta motivos!”
Lo primero que hay que decir de esta entrevista con Monseñor José Luis Mumbiela, obispo de Almaty, la ciudad más poblada de Kazajistán, es que se realizó hace un par de semanas. La servidumbre del papel. Por tanto, tomen el análisis del obispo con la cautela debida. Lo segundo es que hemos visto a un obispo alegre, con buen humor, a pesar de los duros episodios que ha vivido su país, y especialmente la ciudad de Almaty.
Y lo tercero es que hemos conversado sobre los graves disturbios, sí, como ha hecho el obispo español/kazajo con numerosos medios informativos, pero luego nos hemos metido en la harina de la evangelización, la Iglesia en Kazajistán, los mártires, los beatos, san Juan Pablo II, “el culpable de mi venida a Kazajstán”, y el Papa Francisco, del que afirma: “Nuestro gran sueño es que venga a esta tierra”.
¿Cómo está ahora Kazajstán tras los graves sucesos de estas semanas?
—A día de hoy, estamos casi en la tranquilidad. La tranquilidad se está restaurando. La gente ya vive como antes, en el sentido de poder trabajar. Mañana habrá apertura del Metro. Lo único que queda hasta el día 19, es el toque de queda, que sólo queda ya en la región de Almaty, y alguna otra. Por ley es hasta el 19, De momento lo han mantenido, la vida se va rehaciendo. Lo que pasa que aparte de esto, tenemos la pandemia. Estamos en lo que aquí llamamos zona roja, que es la cantidad de contagios. Hay también verde y amarilla. Estamos en rojísimo, lo cual conlleva limitaciones en cafeterías, reuniones, etc. Y también en los servicios religiosos. La gente puede haber visitas personales, se hace lo que se puede. Pero continuamos con optimismo. A día de hoy, nuestra vida se va normalizando ya.
Otra cosa son las consecuencias de lo que se ha vivido. Para muchos han sido muy trágicas, con muchos muertos, que hasta la fecha no se sabe con seguridad el número, no sólo a nivel de policías y fuerzas de seguridad, sino también de los atacantes, que eran beligerantes. Y tampoco sabemos el número de muertos civiles… Continúan aún las redadas de la Policía, que va en busca y captura con los datos de que disponen. Van cayendo presos los implicados en acciones violentas, y en robos y saqueos. También se van abriendo los casos de acusaciones públicas en el plano jurídico. Entre las fuerzas de seguridad, de policías, va muriendo gente, no se sabe si es gente que se suicida, o muere del corazón…
Si le parece, analizamos este tema después [ver análisis], y cambiamos de tema. Se cumplen ahora treinta años del establecimiento de la jerarquía en Kazajstán.
—En efecto, el año pasado se cumplieron 30 años de la creación de la diócesis de Kazajstán y Asia central, el primer obispo para toda esta tierra, en la época actual. Obispos católicos en Asia central ya los había en la Edad Media. Hay que recordar la historia. La creación de las nuevas estructuras de la Iglesia en Kazajistán es del 91. El Papa Juan Pablo II fue el gran impulsor del renacimiento de la Iglesia en Asia central. El que amaba y se preocupaba personalmente por estas tierras. Conocía, ya desde su época de Cracovia, la historia de los fieles de Kazaijstán y Asia central. La conocía muy bien, la seguía de cerca. Cuando él vino a Kazajistán, en 2001 (han pasado 20 años), las palabras que dijo fueron que hace tiempo soñaba con venir aquí, conozco toda vuestra historia, todos vuestros sufrimientos. No eran palabras diplomáticas, eran las palabras que soñaba decir en estas tierras desde hace años. Era así. Juan Pablo II amaba Kazajistán, sin duda, por la historia sobre todo de los polacos, y los deportados. Por sus compatriotas.
Lo sabemos, por ejemplo, por la historia del beato Wladislaw Bukowinsky, en los años 60-70,cuando Karol Wojtyla era arzobispo de Cracovia, sé que iba a visitar al arzobispo, éste lo esperaba con gran deseo de que le contara cómo iba la cosa aquí, y si estaba enfermo Bukowinsky, el arzobispo iba al hospital para hablar con él. Tenía interés. También porque sabía que era un hombre santo. Y quería saber de la gente, desde Cracovia. Era un sacerdote nacido en una parte de Polonia que ahora es Ucrania, y fue también deportado, llevado a un campo de concentración, y por tanto estuvo como prisionero en Kazajistán. Estuvo en tres prisiones ingresado en Kazajistán, donde vivió bastantes años. Y en los años 50 y tantos, después de la muerte de Stalin, cuando se vio la posibilidad de regresar a su país, decidió quedarse aquí en Kazaijstán, trabajando como sacerdote, jugándose la vida, jugándose la libertad. Trabajaba a su vez como civil, tenía pasaporte, era legal, pero tenía actividades ‘extralaborales’ [sonríe abiertamente].
¿Hay algún otro santo canonizado, de Kazajistán? Tienen ahora el proceso de Gertruda Getzel…
Hay un sacerdote que está beatificado pero que no es de Kazajstán, sino que murió en Kazajstán. Era greco-católico, y servía a los greco-católicos y a los de rito latino. Se llamaba Alexei Zarinsky. Es beato. El cuerpo se lo llevaron. Está enterrado en Ucrania.
Ahora está en proceso Gertruda Getzel, laica. Podría estar en proceso también un obispo católico que está enterrado en Karaganda, que también es un hombre heroico, pero cada proceso lleva su tiempo. Gracias a Dios, hay lista de espera. Como hay tantos obispos beatos y santos, ponemos ahora a una mujer laica. Algunas la llaman la hermana Gertruda, pero no, es laica. Es lo que sería una buena catequista, según las disposiciones del Papa últimamente. Estuvo también en campos de concentración. Nació en Rusia, fue deportada, etc. Ayudaba a los sacerdotes, estuvo en Georgia y en otros lugares. Llegó aquí a Kazajstán, y estuvo en Karaganda, ayudando también. Donde estaba, procuraba siempre hacer catequesis, rezar. Sé que estuvo en campos de trabajo, forzados. Y cuando se fue a vivir a Karadanga, al principio acompañaba a este sacerdote, que era Bukowinsky, hasta que el cura dijo; mejor que la mujer se quede en casa, porque era arriesgado. Ella organizaba las catequesis de jóvenes, de mujeres, de todo, encuentros de oración. Era como un director espiritual para chicas, un motor de la vida parroquial.
Había un obispo que nadie sabía que era obispo, Alexander Hira. Que hacía de sacerdote en Karagandadesde los años 50, y murió en el 81. Nadie sabía que era obispo. Imagino quelo sabía porque era su confesor. La Santa Sede sabía que estaba allí. Alguna vez iba a Ucrania ‘de vacaciones’, y era para ver sacerdotes, y algún obispo también. Radio Macuto funcionaba. Él decía que esta mujer, Gertruda, era “¡su arzobispo”!
¿Cómo fue su venida a Kazajistán? Me refiero a la suya. Usted era joven sacerdote…
—Yo llegué a Kazajistán el año 98, vine como cura jovencito, y el culpable de mi venida es Juan Pablo II. Juan Pablo II tenía mucho cariño a Kazajistán, y fomentaba la presencia de sacerdotes para la evangelización en este país. Fue buscando sacerdotes, y encargaba a instituciones que buscaran gente para que vinieran. Sé que buscaba también sacerdotes de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, quería al Opus Dei, pero con todo el equipo. Pero la Prelatura no puede enviar sacerdotes diocesanos, jurídicamente es imposible. Entonces se decidió buscar sacerdotes voluntarios, que estuvieran dispuestos a acudir a esta llamada del Papa para venir a Kazajistán. La propuesta llegó en España a muchos sacerdotes, y también me llegó a mí. El primer paso, que el cura estuviera dispuesto. Segundo paso, que el obispo lo envíe. En mi caso se dieron las dos circunstancias. En otros a lo mejor no.
¿Había pensado en irse de misiones?
—Yonunca pensé en irme de misiones por ahí, por el mundo. Pero me llegó una propuesta: el Santo Padre está buscando sacerdotes diocesanos que vayan a Kazajstán, ¿tú estarías dispuesto? Hombre, si el Papa lo quiere, y el obispo me envía, para esto he sido ordenado, ¿no? Para servir a la Iglesia universal. No yo, sino cualquier sacerdote creo que ha de estar dispuesto a esto. Me guste o no me guste irme de misiones, ir a una parroquia o a otra, voy donde el obispo me diga. Y así fue.
¿En qué diócesis estaba usted? ¿Qué le dijo su obispo?
—Yo siempre digo que fue un gesto muy generoso y muy hermoso de este obispo de Lleida, mi obispo, el Dr. Ramón Malla, Modélico. Un obispo que fue muy criticado por diversas cosas, el tema de los bienes eclesiásticos. Pero este gesto es modélico. Al principio me dijo que no. Tenía yo 27 años. Era el cura más joven de la diócesis, la diócesis iba de mal en peor. Había un argumento: donde hay curas, pues que busquen allí, en Toledo, Madrid…, pero aquí que no hay. Pero él mismo me dijo luego: aquí estamos mal, pero allí estarán peor. Es un servicio a la Iglesia universal, que vaya. Dios dirá. Chapeau.
Cuando me nombraron obispo, en 2011, la noticia se hizo pública el 5 de marzo de 2011. Me llamó el que era entonces obispo, que ya había cambiado, era el obispo Joan Piris, que está jubilado, Me llamó para felicitar. ―Muchas felicidades, José Luis! ―Le dije: Sr. Obispo, ¿se acuerda de una cosa? ―¿Qué cosa? ―Pues que hoy, nuestra diócesis de Lleida pierde un sacerdote, sí; pero yo sé que mañana, el Señor a la diócesis de Lleida le da dos sacerdotes. Usted tiene una ordenación de dos sacerdotes. ―Sí. ―¿Se da cuenta? Que el obispo Malla dio uno, y Dios nos da dos.
Efectivamente, el domingo día 6 de marzo había ordenación de dos sacerdotes nuevos. Lleida perdía un sacerdote, pero ganaba dos. El obispo Malla dio un sacerdote, y Dios le dio dos.
Las lenguas mayoritarias en Kazajistán son el kazajo y el ruso. ¿En qué idioma o idiomas es el culto?
—La mayoría habla y entiende ruso. Pero la lengua del Estado más extendida es el kazajo. La Iglesia funciona en ruso desde siempre. pero hay un proceso que está en camino. Suelo decir el rostro de la Iglesia en Kazajistán está cambiando en estos años. Es un desafío. Estamos en un tiempo de transición. En los años 90, estaban los polacos, los alemanes, ucranianos, bálticos… Las Misas eran en alemán, en polaco, según qué sitios. Luego se pasó al ruso, aunque no todos. En varios pueblos, algunas abuelas se niegan a rezar en ruso, porque es la lengua del enemigo… Algunas aceptan que el cura diga la Misa en ruso, pero los cantos hay que hacerlos en polaco. Es un cambio generacional, muy importante.
Ahora estamos incorporando poco a poco el kazajo, que es un cambio de ejes, y que exige tener un auténtico espíritu católico. A lo mejor a muchos les cuesta psicológicamente. Recuerdo un sacerdote, que ahora es obispo, local, local, que cuando hablábamos de aprender kazajo, decía que los curas locales estaban como escépticos, hasta que uno dijo: hay que reconocer que nosotros hemos sido educados en el ruso, y para nosotros el kazajo era el idioma de los de segunda categoría, de los incultos, etc. Para ellos, psicológicamente, pasar al kazajo es rebajarse. Es un cambio de mentalidad. Y ahora ése es obispo. Creo que ha cambiado ya. Ya empieza a haber Misas en kazajo, poco a poco, cantos en kazajo, hay un devocionario en kazajo. Y los kazajos, felices de la vida. Cada vez hay más kazajos y kazajas, que se van bautizando, gracias a Dios.
La Iglesia local va creciendo…
—Sí. Los sacerdotes locales van tomando más puestos. Este año, el nuevo Rector del Seminario será en principio un sacerdote local, medio kazajo, medio ucraniano. De nombre y apellidos ya son kazajos. Como dice algún compañero Obispo, Ordinario, ¡tenemos que confiar ya de una vez en los locales, ya vale! Y si se equivocan, que se equivoquen, como nos equivocamos los extranjeros. En el fondo, están deseando eso, y es lo que hay que hacer: ¡que crezca el niño! ¡que crezca el niño! Venga, venga, que esta Iglesia es vuestra. Poco a poco. Es un sueño que tenemos. Creciendo en este sentido. Es como los abuelos que ven crecer a los nietos [bromea de nuevo con los ejemplos]. De modo que un gran desafío [en Kazaijstán] es esa nueva cara para la Iglesia católica, que está en transición. Una Iglesia, como el propio Kazajistán, multinétnica. Eso es.
¿Cómo ve el encuentro interreligioso previsto para septiembre?
—Fue desde el principio un gran escaparate de cara a mostrar al mundo que Kazajistán es el país que quiere ser modélico en esa convivencia pacífica entre diferentes etnias y religiones, y cuya realidad religiosa no es un problema, sino que es una condición normal de vida. Ese encuentro se hizo con gran apoyo del Vaticano. Algunos años después han decaído un poco, No sé si tras los acontecimientos de Almaty va a ser posible este año el encuentro o no. Quizá por esos acontecimientos el que se celebre esto, sería muy bonito.
Nuestro gran sueño es que el Papa Francisco venga a esta tierra. Ya que hay unos deseos de renovación en el país, tal vez su presencia serviría a todos, por un lado para dar un gran apoyo internacional; por otro, para que él nos acompañe, con unas palabras suyas, plasmadas en un libro en verano, que son ‘Soñemos juntos’. Que él nos acompañe y nos ayude a soñar juntos ese nuevo Kazajistán que queremos crear, que no es tan nuevo, porque algunas cosas ya están de antes, para soñar y seguir soñando con ese Kazajistán que queremos que sea modélico no sólo para nosotros sino para todos. Y una visita del Papa puede ser un gran refuerzo para esto. Con motivo o sin motivo de este encuentro. ¡Para que venga un padre a casa no hacen falta motivos!
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