"Me da mucha alegría celebrar esta santa Misa en honor a san Josemaría en Varsovia, en este templo de la Divina Providencia, construido en acción de gracias por la protección de Dios al pueblo polaco".

1. En la primera lectura, hemos escuchado el relato de la creación. Dios se detiene especialmente para modelar al hombre. También le prepara un hogar adecuado para habitar: El Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia oriente, y colocó en él al hombre que había modelado. Y le da un encargo: participar en el cuidado de la creación: El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín de Edén, para que lo guardara y lo cultivara.
Viene a la memoria el comienzo de la carta a los Artistas de san Juan Pablo II: El Artista divino, con admirable condescendencia, trasmite al artista humano un destello de su sabiduría trascendente, llamándolo a compartir su potencia creadora. Y añadía: a cada hombre se le confía la tarea de ser artífice de la propia vida; en cierto modo, debe hacer de ella una obra de arte, una obra maestra.
Esa obra de arte en nuestra vida es la santidad a la que Dios nos llama a todos, como predicó incansablemente san Josemaría, cuya fiesta celebramos hoy. Una santificación en la vida ordinaria y a través de la vida ordinaria, especialmente del trabajo. Transformar el trabajo en oración, en ofrecimiento a Dios. Y, para esto –enseñaba san Josemaría- “una primera condición es trabajar y trabajar bien”.
2. Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. Así nos dice san Pablo en la segunda lectura. Trabajar como buenos hijos. Es Jesucristo quien nos enseña a trabajar de ese modo. En definitiva, santificar el trabajo es trabajar con Él, encontrarle en la labor cotidiana.
La Presencia de Dios con nosotros y en nosotros da sentido a todo nuestro quehacer: Preciso es que nos empapemos, que nos saturemos de que Padre y muy Padre nuestro es el Señor que está junto a nosotros y en los cielos (Camino, n. 267). En lo de todos los días, en nuestro trabajo y en las obligaciones familiares, el Señor nos dice -como a los apóstoles- lo que hemos escuchado en el Evangelio: “Remad mar adentro, y echad las redes para pescar”. La misión que Jesús nos confía –la propia santificación y la difusión del Evangelio- no se sitúa al margen de las obligaciones de la vida ordinaria.
3. Me da mucha alegría celebrar esta santa Misa en honor a san Josemaría en Varsovia, en este templo de la Divina Providencia, construido en acción de gracias por la protección de Dios al pueblo polaco. Hace pocos meses, en este templo fue beatificado el cardenal Stefan Wyszynski. El lema del Beato Stefan Wyszyñski era Soli Deo, es decir Soli Deo honor et gloria. No difiere mucho de uno de los lemas de san Josemaría: Deo omnis gloria, para Dios toda la gloria. No basta que nos esforcemos en muchos trabajos, en la vida de familia, en diversas iniciativas apostólicas. Hay que procurar hacerlo para la gloria de Dios, por Amor a Dios y en servicio a los demás; sin desalentarnos por los propios defectos, pues podemos siempre comenzar y recomenzar con la gracia de Dios, que nos llega especialmente en la Eucaristía y en el sacramento de la Penitencia.
4. Celebramos esta santa Misa en honor de san Josemaría el día anterior a su memoria litúrgica, ya que mañana es domingo. Hoy, se conmemora litúrgicamente el Inmaculado Corazón de María. A ella encomendamos especialmente la persona y las intenciones del santo Padre Francisco, a las que nos unimos todos en la Iglesia: Omnes cum Petro ad Iesum per Mariam. Entre éstas intenciones está, ciertamente, la paz en la sufrida Ucrania. Mañana acaba el año dedicado a la familia - Amoris Laetitia. Encomendamos a la intercesión de la Santísima Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra, todas las familias del mundo, y de modo particular las familias polacas.
Amen.