El pasado martes 8 de agosto acudió al Ateneo de Teología don Esteban Aranaz, sacerdote misionero en Shanghái, China
Aprovechando unos días de descanso en España, don Esteban ha querido compartir una vez más con un grupo de jóvenes y de sacerdotes que frecuentan el centro su experiencia misionera. Además, hemos podido recibir la feliz noticia de que don Esteban ha podido por fin regularizar su situación en el país y proseguir así la tarea apostólica iniciada hace algunos años.
Durante la tertulia, pudimos escuchar el testimonio vivo y apasionado de un verdadero apóstol, de un sacerdote que no se cansa de proclamar su amor por Jesucristo y de extender su Reino. Si bien las autoridades locales le han permitido alcanzar mayor estabilidad en su situación como extranjero, don Esteban recordó que la discreción sigue siendo para él la manera más eficaz de su apostolado. Así, por ejemplo, refería todavía con cierta tristeza la inconveniencia de llevar puesto el traje clerical por las calles de Shanghái o el carácter clandestino de toda la atención pastoral a los ciudadanos chinos.
En medio de tantas y tan grandes dificultades, nos sorprendió sobre todo el amor y la entrega a China, a la que deseaba volver enseguida para seguir extendiendo la Iglesia entre los chinos. Este amor a la tierra de misión —nos explicaba— es imprescindible para que la labor misionera de la Iglesia sea eficaz y obtenga sus frutos. Y es el mismo amor a Cristo y a su Iglesia el que impulsa cada día a don Esteban a darse enteramente a sus hermanos en la transmisión de la fe, la administración de los sacramentos y la formación de los futuros sacerdotes, esperanza de la Iglesia.
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