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Curso de retiro para jóvenes en Covadonga

Actualizado: 15 abr

Con la experiencia de los dos últimos años decidimos que debíamos salir de Madrid y escoger un lugar que nos permitiera el recogimiento y la oración: lo que se llama encontrarnos en la intimidad con Dios.



Cada semana el Ateneo de Teología nos facilita un momento así al reunirnos para rezar juntos: para la Adoración del Santísimo y el rezo de Vísperas. Cada domingo al llegar las ocho de la tarde y vernos unos cuantos en el Oratorio es muy animante. Luego compartimos un tiempo de formación y amistad degustando alguna cosa que previamente hayamos preparado.


Sin embargo, adentrados como estábamos en el tiempo de Cuaresma, parecía que el espíritu a cada uno nos pedía un refuerzo, una ocasión de oración más continuada, un tiempo para decirle al Señor “aquí me tienes porque me has llamado” y he venido para tratar Señor contigo aquello que bien conoces de mí y en lo que debo mejorar, cambiar, ir a más. Mientras escribo estas líneas recuerdo que en una de las reuniones de los domingos, el que nos daba el círculo nos hizo un comentario del Beato Álvaro del Portillo en el que se expresaba así: la santidad consiste básicamente en ir a más. Pues sí, pensé, aunque estoy convencido que soy buena persona y me estoy dejando “pescar” por Dios; pienso que me hace falta ir a más. Unos días de retiro son siempre una oportunidad que se debe aprovechar.



Es cierto, pensé en esos momentos en unas palabras de Papa Francisco, en el Ateneo estamos aprendiendo a rezar mucho por él, tenemos siempre a mano una oración que alguien habrá compuesto y que repetimos con frecuencia también en voz alta rogando a Dios por su salud. Las imágenes suyas que a veces vemos, al presentarse de improviso en la Plaza de San Pedro, nos estimulan aún más para dar continuidad a este modo de hacer. La petición que nos hace, en ocasiones, así, tan concreta: les pido por favor que no se olviden de rezar por mí, motiva a la perseverancia en esa oración. Pero, volviendo al principio del párrafo, recuerdo que decía el Papa: “el que vive los ejercicios espirituales con autenticidad, experimenta la atracción, la fascinación de Dios, y regresa renovado y transfigurado a la vida habitual, al ministerio, a las relaciones cotidianas, llevando consigo la fragancia de Cristo”.


Estaba claro, hacía falta marcharnos a rezar en un lugar apartado como el mismo Señor hacía y así leemos en los evangelios. No habíamos estado antes en Covadonga, en la Casa de la Santina, y allí nos dirigimos. La furgoneta, para otros el coche, fue el momento de empezar el retiro. El rezo del Rosario, de Vísperas, la lectura espiritual o el ejercicio del Vía Crucis nos pusieron en sintonía con lo que debían ser estos días: fueron oratorios improvisados que dejaron ver que nos gustaba hacer así. Al llegar aún tuvimos tiempo para una meditación, y celebrar, aunque tarde, la Santa Misa. La hora litúrgica de Completas y el examen de conciencia pusieron punto final a un día bien aprovechado.


El sábado hubo tiempo para las meditaciones previstas y plan propio de cualquiera de estos días. El comienzo del día con la oración de Laudes acompañando a los sacerdotes del Santuario me puso en situación de pensar que era lo mejor que podía haber hecho este fin de semana. La Misa y el rezo del Rosario en la Santa Cueva nos acercaron a todos a la Virgen y de su mano al encuentro con Jesucristo.


El domingo seguimos el mismo plan del día anterior hasta que después de comer regresamos a Madrid. Pero aún tuvimos tiempo de estar con el Arzobispo de Oviedo que nos motivó allí mismo en Covadonga a seguir los pasos de Jesús y responder a su llamada.


José Ignacio Varela

Ateneo de Teología





 
 

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