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Continuando la tradición

Cada año en el Ateneo dedicamos un día de mayo para ir de Romería a un Santuario Mariano. Haciendo así, continuamos una tradición iniciada por San Josemaría hace, justo ahora, 90 años.



Sucedió que en 1934 Ricardo Fernández Vallespín, uno de los universitarios que visitaba a San Josemaría para el cuidado de su vida espiritual, sufrió un ataque de reumatismo con el peligro de perder convocatoria de exámenes en la Escuela de Arquitectura. Formuló entonces una promesa que, si se curaba, iría a Sonsoles en Ávila a dar gracias a la Virgen. Cuando se lo contó a San Josemaría, como ya era de la Obra, le dispensó del cumplimiento de la promesa pues requería trasladarse andando de Madrid a Ávila. Sin embargo en 1935 cuando estaban a final de curso y con buenas perspectivas en la residencia de Ferraz, el Fundador del Opus Dei hizo suya la idea de Ricardo y se fueron el 2 de mayo de Romería a Sonsoles. Les acompañó también José María González Barredo.

 

Refiere San Josemaría: Decidida la marcha a Sonsoles, quise celebrar la Santa Misa en DYA antes de emprender el camino de Ávila. En la Misa, al hacer el memento, con empeño muy particular —más que mío— pedí a nuestro Jesús que aumentara en nosotros —en la Obra— el Amor a María, y que este Amor se tradujese en hechos. Ya en el tren, sin querer, anduve pensando en lo mismo: la Señora está contenta, sin duda, del cariño nuestro, cristalizado en costumbres virilmente marianas: su imagen, siempre con los nuestros; el saludo filial, al entrar y salir del cuarto; los pobres de la Virgen; la colecta de los sábados; omnes... ad Jesum per Mariam; Cristo, María, el Papa... Pero, en el mes de mayo, hacía falta algo más. Entonces, entreví la "Romería de Mayo", como costumbre que se ha de implantar —que se ha implantado— en la Obra.


Al llegar y sin entrar en el recinto amurallado, se encaminaron directamente hacia la ermita. Desde lejos veían el santuario en lo alto de la ladera. Rezaron un rosario a la subida; otro, dentro, ante la imagen de la Virgen, en medio de ex-votos y ofrendas; y la tercera parte, de vuelta a la estación de Ávila. De las incidencias de la romería sacó tema el sacerdote para hacer a los suyos consideraciones sobre la perseverancia:

Desde Ávila —cuenta—, veníamos contemplando el Santuario, y —es natural—, al llegar a la falda del monte desapareció de nuestra vista la Casa de María. Comentamos: así hace Dios con nosotros muchas veces. Nos muestra claro el fin, y nos le da a contemplar, para afirmarnos en el camino de su amabilísima Voluntad. Y, cuando ya estamos cerca de El, nos deja en tinieblas, abandonándonos aparentemente. Es la hora de la tentación: dudas, luchas, oscuridad, cansancio, deseos de tumbarse a lo largo... Pero, no: adelante. La hora de la tentación es también la hora de la Fe y del abandono filial en el Padre-Dios. ¡Fuera dudas, vacilaciones e indecisiones! He visto el camino, lo emprendí y lo sigo. Cuesta arriba, ¡hala, hala!, ahogándome por el esfuerzo: pero sin detenerme a recoger las flores, que, a derecha e izquierda, me brindan un momento de descanso y el encanto de su aroma y de su color... y de su posesión: sé muy bien, por experiencias amargas, que es cosa de un instante tomarlas y agostarse: y no hay, en ellas para mí, ni colores, ni aromas, ni paz.


En recuerdo de esa romería, don Josemaría guardaba en una pequeña arqueta un puñado de espigas como símbolo y esperanza de la fecundidad apostólica en el mes de mayo.


En esta ocasión la Romería fue en el Cerro de los Ángeles. Allí nos encaminamos hasta formar un grupo de 28 sacerdotes que solemos frecuentar el Ateneo de Teología. Rezamos, escuchamos le lectura de la primera homilía del Papa León XIV, y seguimos con atención las palabras que a modo de meditación nos dirigió Jaime Ballesteros.


Cerramos el día con una comida de fraternidad sacerdotal de la que se encargó el sacerdote de la diócesis de Getafe Luis Manuel Vallecillos, gran amigo nuestro, y que nos supo a gloria. Todos muy contentos volvimos a nuestras parroquias a … continuar … de la mano de la Virgen.


José Ignacio Varela

Director del Ateneo de Teología

 
 

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