Un agradable encuentro de almuerzo y tertulia con el Padre Jacques Philippe en el Ateneo de Teología.
El pasado viernes 24 de noviembre acudió al Ateneo de Teología el sacerdote religioso Jacques Philippe. Allí compartió el almuerzo con un nutrido grupo de sacerdotes y algunos jóvenes. Tras la comida y la acostumbrada visita al Señor Sacramentado en el oratorio del centro, nos dirigimos a la sala de estar para disfrutar de un rato de tertulia. En ella, se le plantearon varias preguntas en un clima familiar.
En primer lugar, el religioso francés explicó cómo sus conocimientos sobre la vida espiritual no responden tanto a un largo proceso intelectual de lecturas y estudio, sino más bien a la experiencia misma de la vida. En efecto, el ejercicio del ministerio sacerdotal y toda la actividad apostólica que de él se desprende han sido sin duda el origen de sus tan profundas enseñanzas. Así, según él mismo lo reveló, sus conocidos libros de espiritualidad son en realidad el fruto de una serie de ejercicios espirituales predicados en distintas ocasiones.
Por otro lado, al hilo de una pregunta sobre la cuestión del papel de la mortificación en la vida cristiana, el religioso apuntó que, si bien la ascesis es esencial a la vida espiritual, debe evitarse cierta ambigüedad psicológica a este respecto. Según el padre Philippe, en la mortificación personal, el cristiano debe procurar que el motivo para la ascesis sea siempre la unión con Dios, es decir, una caridad más profunda que se traduzca en obras de amor a Dios y al prójimo. Por otra parte, existe el peligro de que, mediante la mortificación, el cristiano llegue a pensar que ha de lograr su salvación por sus solas fuerzas, olvidando que la propia santificación es obra de la gracia de Dios que nos salva y nos transforma.
Además, cabe señalar la importancia que el padre Philippe dio a la comunidad para la propia vida espiritual. Según su propia experiencia en la Comunidad de las Bienaventuranzas, la vida en comunidad permite a cada uno de los miembros ejercitarse en la paciencia y en la caridad que cada día ha de verse más perfeccionada. A pesar de las dificultades propias de la vida en común, como son el choque entre gustos, estilos y formas de ser distintos, la convivencia con nuestros semejantes nos ayuda a salir de nosotros mismos y a conocer las propias limitaciones. Si esto es especialmente patente en las comunidades religiosas, también es válido para los sacerdotes seculares y en general para todo cristiano. El ejercicio de la vida en común entre los hermanos en el sacerdocio y en una misma fe permite el perfeccionamiento de la persona que, si estuviera aislada de los demás, se vería en cierto modo limitada para alcanzar sus propios fines.
Para concluir, se le planteó la consideración de la situación actual del mundo y de la Iglesia. No se debe olvidar que, si bien el ser cristiano nunca ha sido fácil, tal vez en el momento actual revista una dificultad particular. Sin embargo, la respuesta de todo cristiano ahora y siempre a esta dificultad debe situarse lejos del actitudes pesimistas y desertoras. Lo que ha de motivar la vida espiritual del cristiano y toda su acción evangelizadora es la confianza en Dios. Solo así, fundados en la esperanza y arraigados en una caridad constante, podremos trabajar por la regeneración que el mundo tanto necesita.
Santiago Rodríguez
Ateneo de Teología
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